Cojo un carro lleno de propaganda del establecimiento y me dirijo a la zona de fríos, quesos en tarrina y demás. El local está más abarrotado que de costumbre, siendo fin de mes. Observo una oferta de una marca de quesos de untar (si es con "H" no la pongo, tampoco se pronuncia), y veo que dan tres por dos pero la caducidad es cercana a la fecha. Rebusco entre las tarrinas, esperando encontrar las de fechas más lejanas a su uso. Todas igual. Hijoputas!! Vaya ofertas, te metes el atracón en cuatro días o la usas de masilla para las grietas de las ventanas. En fin, desisto...
"de repente, alzo la vista y no hay nadie en el pasillo, hora de mangar. Pero espera, no se oye un alma... se han callado todos de golpe al oir mis gritos de "Hijoputa"?. Paso del carro y voy al pasillo anexo a intentar percibir gente. No veo a nadie. Cruzo otro pasillo y no hallo ninguna maruja comprobando precios... Me mosqueo. Oigo ruidos en la Charcutería. Me dirijo allí. Y al llegar observo a un fulano vestido de tirolés haciéndole lonchas el antebrazo a una anciana. Me acojono y huyo hasta la salida. La puerta está cerrada y el cierre echado. Joder!! Qué coño pasa aquí!!
Los gritos de la anciana me ponen aún más nervioso y mi respiración se ha vuelto violenta. No sé qué hacer!! Me cago encima y aprovecho para quitarme los pantalones y lucir unos calcetines del Burguer King que me quedan cojonudamente. Arrojo los pantalones al suelo y caen como si hubiera tirado un saco de yeso, llenos de materia. Apenas oigo a la anciana pero sí la cortadora de fiambre que me tiene harto, esa cuchilla mal ajustada sonando.
Le echo dos cojones y me dirijo a la charcutería, el sonido de la cuchilla cesa. Mientras lo hago, dos ninjas con el rostro tapado con sendas carteas de Torrebruno y José María Iñigo me cortan el paso, haciendo honores a su virtud con el manejo de las catanas. A Íñigo le meto una patada en los huevos que noto como la bolsa escrotal se eleva en su ajustado traje negro. Le dejo K.O., balbuceando tonterías y delirios. El más peligroso, el de la careta de Torrebruno, da un salto y se sube a un arcón de la frutería que acoje melones. Me reta a ir hacia allí con la catana con su rictus plástico. Me armo con una botella de cristal de zumo y me voy a por él.
El puto ninja salta a la vez que corea la palabra "Amiguitos", y no soy capaz de acercarme a él. La dichosa palabra hace un eco asqueroso en mi cabeza y al verle creo que sólo balbucea, la palabra la tengo incrustada y se repite constantemente como un "flashback".
Como no deja de moverse, le espero agazapado en los lácteos, con el zumo como arma. En uno de los volatines que hace le meto en toda la olla con el zumo y cae al suelo despacio, como en los dibujos animados. Inerte, le remato con hostias de mi izquierda y con un paquete de galletas saladas que veo por el suelo.
Sin daño alguno, corro sin fruto a la salida; un enorme sapo de los cereales me ha agarrado del cuello de la camisa y finalmente doy los pasos en el aire. A dos metros del suelo, intento darme la vuelta para crugir al sauro, pero mis intentos son en vano. El enorme sapo me retiene con sus zarpas gelatinosas. Me gira 180 º en el aire para que le vea la cara. Le escupo. Le insulto. Se ríe. Recuerdo que llevo un cortauñas de propaganda en el llavero. Lo estraigo de mi cazadora y de un certero corte le sesgo el cuello. Me medio suelta, pero no logro soltarme de su anca. Me estiro y cojo su cabeza y la acerco a mi ano. Me bajo el tanga y le cago en la boca. Esta situación placentera para él hace que no infrinja fuerza y me suelta.